Una mañana te levantas - tu mente es así de locuaz- y se te ocurre una idea fantástica, algo de un nivel creativo tan grande que no puedes obviarlo, vamos, que el cuerpo te pide escribirlo, dibujarlo, tocarlo, fabricarlo, pintarlo, darle forma al fin. Esa idea genial es tuya, no sólo por lo que se refiere a un posible enriquecimiento económico, a una escueta posibilidad de medrar gracias a tu talento mañanero, sino que más bien esa idea que has parido como decía Platón , es tuya, únicamente tuya. Y aunque nadie ni nada lo reconozca, y aunque nada ni nadie te remunere por ello, y aunque nada ni nadie se enamore de esa idea o concepto, la realidad es que es una creación de tu mente, es un parto propio e intransferible. Es algo que sólo te pertenece a tí, aunque más tarde empiece a rodar por el mundo de forma libre e independiente, siempre será tu creación.
Por eso el respeto hacia las ideas ajenas no sólo significa que las permitamos, las compartamos o no las compartamos, que las respetemos, las escuchemos o no, es que además implica, sin lugar a duda, la obligatoriedad no pactada del respeto a la creación ajena, aunque sólo sea desde un punto de vista social y ético y no desde el ángulo productivista o económico. (Vamos que no sólo significa dejar de hacer ganar dinero al dueño de esa idea por nuestro uso fraudulento, sino que es una cuestión simple de respeto básico a la creación de otro).
Saber el qué usar y cómo usarlo. Saber el qué copiar o pegar y el qué leer y no tocar más allá , no solo nos da un plus en humanidad y respeto al otro en una sociedad cultivada y responsable, sino que nos da la certeza de que está en marcha la semilla del respeto universal y consciente que nos permite, por un lado crear más y más sin miedos a perder lo creado y a la vez nos da la maravillosa sensación de que esa idea "mañanera" espléndida es un regalo nuestro al mundo, ¡ojo!, he dicho nuestro, de nuestra propiedad.
Nos quedaría por otro lado dirimir si ideas geniales que pueden salvar millones de vidas o facilitar la vida de multitud de personas pueden y deben ser propiedad universal de la humanidad. Pero este es otro tema que abarca tambien el sistema económico, y eso, es harina de otro costal.
Por eso el respeto hacia las ideas ajenas no sólo significa que las permitamos, las compartamos o no las compartamos, que las respetemos, las escuchemos o no, es que además implica, sin lugar a duda, la obligatoriedad no pactada del respeto a la creación ajena, aunque sólo sea desde un punto de vista social y ético y no desde el ángulo productivista o económico. (Vamos que no sólo significa dejar de hacer ganar dinero al dueño de esa idea por nuestro uso fraudulento, sino que es una cuestión simple de respeto básico a la creación de otro).
Saber el qué usar y cómo usarlo. Saber el qué copiar o pegar y el qué leer y no tocar más allá , no solo nos da un plus en humanidad y respeto al otro en una sociedad cultivada y responsable, sino que nos da la certeza de que está en marcha la semilla del respeto universal y consciente que nos permite, por un lado crear más y más sin miedos a perder lo creado y a la vez nos da la maravillosa sensación de que esa idea "mañanera" espléndida es un regalo nuestro al mundo, ¡ojo!, he dicho nuestro, de nuestra propiedad.
Nos quedaría por otro lado dirimir si ideas geniales que pueden salvar millones de vidas o facilitar la vida de multitud de personas pueden y deben ser propiedad universal de la humanidad. Pero este es otro tema que abarca tambien el sistema económico, y eso, es harina de otro costal.